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A MARGARITA



Siempre hay algo misterioso en abrir un supermercado por la noche.

Das las luces,

Se enciende todo y esta vacio. Lleno de productos pero vacio de gente.

Solo he tenido que hacerlo un par de veces, una vez por una falsa alarma y otra por un rodaje.

Los pasillos no dan miedo: es como estar en un sitio en el que no deberías estar.

Como si te dijeran que vas a morirte cuando aun estas viva. ¿Qué haces?

Mi médico ha sido el único en acordarse de mi cumpleaños. El me ha dado el regalo, mi único regalo, y vaya que regalo de cumpleaños... El último. Como para no acordarse el resto de la vida. Mi último regalo de cumpleaños de mi último cumpleaños.

Miento, la mediana también se ha acordado, me ha llamado hace nada, pero es tan aburrida que no sé para que le vale el esfuerzo. Le digo:

–Hija, muchas gracias por acordarte. ¿Vas a cantarme cumpleaños feliz?

–Mama, no seas burra. Adiós.

–Adiós, hija.

Aburrida hasta decir basta. Ah, antes de colgar me ha dicho que lo celebraremos juntas el próximo fin de semana, que este no da abasto en el trabajo. Que plan. Dudo mucho que para entonces esté yo para mucha algarabía.

–No cuentes con llegar al año –me ha dicho el médico. Primero me felicita el cumpleaños y después me dice: –No cuentes con llegar al año.

Que os parece?

–La esperanza en casos como el tuyo es de medio año.

–¿“La esperanza” de qué?

–De vida.

Medio año. La esperanza de vida. Seis meses. De vida. De mi vida. Ciento ochenta días.

Ciento setenta y nueve y medio si es bisiesto.

Lo primero que te preguntas es por qué a ti. Lo primero. Lo segundo es por qué nadie conoce la respuesta. Y de vuelta a la primera pregunta.

–¿Por qué a mí?

–Cuestión de probabilidades –dice el médico.

Hasta hoy el muchacho me había caído bien, muy atento y educado, de los que se levantan para abrirte la puerta y eso que podría ser mi hijo, pero esta mañana se ha ganado toda mi antipatía. “Cuestión de probabilidades.” Y que una de cada mil mujeres lo padece. Una de cada mil. Para algo que me toca, ya es mala pata, podría haberle tocado a otra. A ti o a ti o a ti... o a algún hombre también. El médico dice que este tipo de cáncer es más frecuente en mujeres que en hombres, y no estoy hablando de cáncer de útero, lo aclaro por si hay algún gracioso en la sala. De este no se libra nadie, ni las unas ni los otros. Mi regalo de cumpleaños es un cáncer de un órgano tan anodino que cuando me ha llamado Julia, mi hija la mediana, no he sabido como explicárselo y solo se me ha ocurrido la tontería de pedirle si me cantaba cumpleaños feliz. Vosotros me entendéis: me ha resultado tan inverosímil comenzar a hablarle de la vesícula biliar. A mi hija. Es cierto que con mi hija hablo poco, pero de la vesícula biliar?

Si nunca he hablado con nadie de mi vesícula biliar. Ni de la mía ni de la de nadie. ¿Quién habla de su vesícula biliar? ¿Quien ha hablado hoy de su vesícula biliar? ¿Y de que se habla cuando se habla de la vesícula biliar? Cuando hablamos del tiempo sabemos que no hablamos de nada, pero al menos hablamos del tiempo. ¿De que se habla cuando se habla de la vesícula biliar? Es más, ¿alguien sabe que tiene vesícula biliar? Ahora si. Ahora todos decís que si porque os lo he dicho pero hace un momento nadie se acordaba de su vesícula biliar, nadie.

¿Y para que sirve? ¿Que relevancia tiene? Por no saber, cuando el médico me ha dicho que era de vesícula biliar, no he sabido ni donde ubicarla. Me ha dado por decirle que yo de eso no tengo. El médico me ha dicho que si.

–¿Donde la tengo?

–Aquí.

Tenía las manos heladas, y eso que no fuma.

–¿Y para qué sirve? Aparte de para darme quebraderos de cabeza.

Ha metido las manos en los bolsillos de la bata y se ha encogido de hombros.

–Más bien para poco, no te engaño.

“Más bien para poco.” “Más bien para poco” no puede ser.

.Me está diciendo que voy a morir por culpa de algo que sirve “más bien para poco”? No puedo morir por algo que sirva “más bien para poco”. Puestos a morir, que sea por algo que sirva “más bien para todo” o “más bien para mucho”, “para bastante”... Algo como el corazón o el cerebro, pero la vesícula biliar... O los pulmones, podría ser cáncer de pulmón aunque no fume, yo tampoco fumo: un cáncer de pulmón por los coches, por la contaminación, por lo que sea, !pero un motivo!, con eso me quedaría tranquila,

Ojala hubiera sido cáncer de útero, como el que le diagnosticaron a mi amiga Lucre la dentista hace cinco anos. La operaron enseguida, en cuanto la diagnosticaron, y la verdad es que en su día se lo tomo fatal. Por suerte, ella ya no quería mas hijos –tiene dos–, pero todas pensamos, no podemos evitarlo, que una mujer sin útero no puede seguir siendo una mujer –como un hombre sin pene, vamos... bueno, un hombre sin pene lo tiene mas difícil–, pero ya han pasado cinco anos de la operación y ella está cada día más joven y mas operada también, por cierto –parece ser que en la operación le perdió el miedo a la anestesia general, una dentista, ya me diréis, y no solo le perdió el miedo, creemos que se engancho a la mascarilla; desde entonces no ha dejado de aprovechar para entrar en quirófano a la primera de cambio: que si unas arruguitas aquí, que si unas arruguitas allá...

Lo que os decía, si hubiera sido cáncer de útero, o de mama, a ver, como mínimo sentiría mi feminidad comprometida y con ello, pues no sé, me habría entretenido un rato, ya no sé lo que me digo, pero .con que me compromete la vesícula biliar? Con nada. Un útero sabemos por lo que lucha: por la mujer y nuestros derechos, sueldos equitativos y todo lo demás. Una mama también, una mama también tiene sus reivindicaciones: mas meses de baja maternal, mas ayudas para pañales. !Hasta el cerebro! ¿Pero una vesícula biliar?

–Lo siento –dice el medico.

Me acompaña y no solo hasta la puerta, me acompaña hasta la calle. Le dice a la enfermera que ahora vuelve. En la calle, saca una cajetilla de la bata y fuma. No sabía que fumara. Se lo digo:

–No sabía que fumaras.

–Lo siento, Margarita.

–Yo aun no lo sé –le digo sin saber lo que me digo–, yo aun no se cuanto voy a sentirlo.

María, una de las cajeras del super, me pregunta si todo bien en el médico.

– Si, si.

Y me he encerrado en el despacho.

Cáncer de vesícula biliar y ciento ochenta días.

Es cierto que la vida te pasa por delante. Te acuerdas de lo que quieres acordarte y también de lo que no quieres acordarte. Es la manera que tiene la vida de compensarte que no tengas futuro: empieza a llenarte de recuerdos.

Casi no me reconozco en el despacho, sentada en la butaca con la vista atrás, viendo todo lo que había dejado olvidado, incluso de mi misma. Si puedo confesaros algo, lo único que quiero, lo único que deseo, con ciento ochenta días por delante, lo único que deseo es querer a alguien y, por encima de ello, que alguien me quiera. Es igual si yo no le quiero, no hay tiempo que perder: alguien que me quiera.

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